Acunada por el murmullo de las olas
te esperaba sentada en la arena
Y volaba mi mirada en el horizonte
donde el azul del mar besa al cielo
Cuando sentí el tibio tacto de tus manos
que mi piel reconoce al temblar
y en mi cuello la dulzura de tus labios
Esas manos que me dan la paz
y me turban al mismo tiempo
cuando me acaricias, cuando me amas
y en ellas alcanzo el universo
y ya nada es más importante, solo el momento
Y me volví hacia ti, para mirarte
para perderme en el verde de tus ojos
que me capturan y la voluntad me arrebatan
Y así me adentré en senderos de bosques
de tus robles y tus azules flores de nieve
como los que recorrimos juntos,
como los que me cuentas en tus poemas
Olor a mar, olor a monte, olor a nieve
Y me llevas de la mano por tus caminos
y me descubres tu mundo, su frondosidad
en la que quiero perderme para no salir jamás
Los árboles comentan sobre nosotros, nos conocen
testigos todos de cuanto nos amamos
Con ellos compartimos nuestro romance
Cómplices silenciosos que te hablan con sus hojas
historias de senderos viejos y cristalinas aguas
Pero yo me quedo con la humedad de tus lágrimas
las que bañan tus ojos y hacen que brillen
Esos ojitos verdes pícaros que tanto beso
que me hipnotizan cuando te miro
y en su profundidad me extravío
en un camino sin fin, sin tiempo
y enamorada te sostengo la mirada
hasta que tus labios me rescatan
y en la pasión del beso me abandono
Ambos cerramos los ojos ya ajenos al tiempo
y nos encontramos entregados, abrazados,
asidos fuertemente como náufragos a una roca
donde nos golpean olas de placer
que nos arrastran lujuriosas una y otra vez
cálidas aunque sea invierno,
nos extenúan con su vaivén
y el mar y la arena siempre
espectadores de nuestro amanecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario