Las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada

sábado, 8 de junio de 2013

Presiones



El trabajo sobre el crecimiento personal, consigue  que seamos capaces de  gestionar nuestras emociones. Mediante ciertas técnicas y hábitos, podemos  protegernos en cierta medida de todo aquello que nos hace daño espiritualmente y con mucho control, podemos incluso gestionar nuestras acciones para que no sean bombas espontáneas lanzadas a fuera sin orden ni concierto.
Así mismo, en ocasiones, las presiones que nos envían desde el exterior, ya sean en formas críticas, en demóras en liquidar asuntos pendientes, en desprecios, nos obligan también a modificar nuestra forma de actuar dialogante  y paciente, para transformarla en amenazante ante la incapacidad de hacer que temas que dependen de otros caminen. Es  probable que  esos temas no vayan adelante no por un vano intento de retenernos, sino porque se necesita que sigan allí para encauzar nuevos proyectos.
En otro casillero nos encontramos con el amor. Un amor sincero y franco que por sentirse arrollado y contra las cuerdas, decide autoexiliarse y embarcarse en un camino de olvido y alejamiento, para protegerse, pero que le es muy dificultoso por haber temas pendientes de resolver y sin cuya resolución no es posible avanzar en una o otra dirección.
Cuando hay ligaduras materiales por medio, se crea una espiral de incetezas y de verdades patentes, donde se plantea si el amor  fue real en algún momento o simplemente fue una utilización interesada por temas que nada tenían que ver con el mismo.  Por lo tanto,  es imposible plantearse nada, ni rectificaciones, ni exílios permanentes hasta que todos los temas queden desligados y poder  ser de nuevo vírgenes para tomar decisiones sin ningún tipo de condicionamiento.
Pero si, a pesar de los pesares  y aunque  escondimos el amor en un cajón de nuestra cómoda,  nuestro amor sigue allí aunque muy debilitado por las desilusiones y descubrimientos de la vida.  Pero el amor verdadero trasciende a todo y perdura, sin rencores,  por lo que somos capaces de reaccionar  sin reservas ante una llamada de auxilio de quien amamos o ante un problema vital., aparcando desconfianzas.
El amor cambia nuestras vidas para siempre y ya nunca nada vuelve a ser igual, pasa lo mismo con la confianza, cuando se pierde no hay nada que pueda restituirla,  pues siempre sobrevolará sobre nosotros la sombra del pasado, de lo que pudo haber sido y nunca mas podrá ser. La ley del karma es real y  pasa su factura, y a  veces las secuelas son irecupeables.

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