Las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Una nueva historia



Cada reencuentro era una nueva historia.
Un abrazo que nos aislaba del mundo y solo existíamos nosotros, sin importarnos quien había alrededor.
Indiferentes a las curiosas miradas de la gente. Nuestros ojos habladores comunicándose sin palabras, cómplices de confidencias prohibidas. Mil pequeños besos  fluían ávidos de nuestros labios, intentando recuperar aquellos besos que no fueron dados en la distancia.
El éxtasis y la locura,  nuestros compañeros en cada viaje y así iban transcurriendo los años. Cada uno de nosotros sujetos a su peculiar astilla como el elefante de Bucay.  Tirando de la cuerda para escaparnos a veces, desistiendo de la libertad  por incapacidad o desesperación tantas otras.
Y en esta lucha contra el tiempo y la soledad se fraguaba un fuerte vínculo entre los dos, algo que aun hoy me parece único.
Proyectos imposibles navegando sobre pasiones desbordadas por los inexcusables deberes que nos alejaban.
Tantas veces sufrimos y cuantas lágrimas derramamos los dos, pero nunca dejamos de estar unidos en cuerpo y alma y desearnos.
Y de nuevo sin preguntas, sin respuestas, sin culpas,  nuestra eterna película volvía a empezar.
Al grito de acción! se desempolvaban maletas y acudía a recibirte. Verte bajar y  la gris estación se convertía en un lugar precioso. Fundidos el uno en el otro, con música de claxon y el rodar de las maletas de la gente sobre el suelo maltrecho.
No hay condiciones ni orden en los sentimientos, en lo que brota natural y libre. Y nada puede hacer nuestra voluntad para controlar las emociones.
Un amor grabado a fuego en las entrañas,  piel que reclama besos y caricias.
Y en cada reencuentro empezaba de nuevo la historia.
                                                                             Continuará...

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