Las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada

domingo, 28 de abril de 2013

De videojuegos y juguetitos




La lluvia de mentiras caía sobre la muchacha torrencialmente, pero ni con sus ojos clavados en su mirada conseguía creer lo increíble, ni los falsos juramentos con sus manos apretadas.
Apareció  un videojuego interactivo nuevo,  de última generación,  pero  él no conseguía dominar los mandos y era evidente que se le venía un buen desastre encima.  El juguete lo dominaba a él, con la  velocidad que da la juventud, sin discreción, sin educación y le hacía  quedar  en una ridícula evidencia, que dejó al descubierto todas sus incapacidades y carencias.
Ya ninguna falsedad podía sorprenderla, simplemente confirmaba lo que ya intuía desde hace tiempo.  Sabía perfectamente, que poco mas tarde  sobre ella caería un diluvio de improperios, igual que cayeron sobre sus antecesoras, compañeras de viaje,  cosas de la  enfermedad y apoyo de las alimañas ruines, las alimañas que merece llevar al lado cualquier persona de bajo espectro.  Ese era su logro y su victoria andar en compañía de lobos.
Ella llegó  al  valle con un corazón lleno de rosas y esperanzas, queriendo creer,  pero no consiguió fundir el hielo de un corazón viejo, egoísta y muy enfermo,  que nunca consiguió estar  en paz consigo mismo y que  precisaba  tejer historias enrevesadas  para subir su autoestima coleccionando juguetes, sin importarle los desperfectos que dejaba a su paso.
A pesar del frío y la nieve,  accedió a caminar una senda que le era hostil, peligrosa, pero en su interior le merecía la pena el riesgo, pues latía un corazón imparable que amaba a pesar de los pesares y un compromiso firme forjado a lo largo de muchos años.
Un alud de nieve cayó sobre el tejado de la cabaña y casi  hundió la chapa de un auto gris que apestaba a podredumbre y suciedad, pero a pesar de todo salió  intacta, callada,  sin rasguños y emprendió su camino de retorno al sol.
 Un paraguas de flores le protegía  de cualquier aguacero y durante el viaje decidió nunca más regresar a ese mundo de farándula barata,  al reino del invierno.  Bastó poco tiempo de observación para sentir esas nauseas que provocan la vergüenza ajena, el deshonor y  ver la caída de un ídolo que no vacilaba en hundir  los principios heredados y esas palabras de honor  con las que se llenaba la boca y que ya había falseado otras veces.  Ni el calor de sus manos entrelazadas, ni sus juramentos podían convencerla ya de lo contrario y así, el amor y la admiración se transformaron en lástima,  pero no había dolor, ya se había agotado en otras decepciones.
Cuando ella se marchó,  se llevó la primavera consigo,  la tranquilidad,  la estabilidad y sorprendentemente seguía íntegra, sin rencor, sin una  lágrima.
Solo albergaba la pena de perder a dos seres, fieles  compañeros de paseo por los senderos de moras, flores y riachuelos, a  los que jamás volvería a abrazar y ellos si le dolían en el alma, el invierno ya le había arrebatado otros dos,   muertos seguramente por desamparo y abandono de quien la vida ajena le importaba poco.
Al retorno al hogar, encontró  la felicidad  en un entorno  que nunca aprobó su marcha, abrazos protectores,  calor y mar y un bendito bonobús  que terminaba con una pesadilla de cuatro ruedas.
Nunca fue perdido el tiempo, ni el esfuerzo,  hasta todos  los retos y los miedos  fueron superados y conseguidos los objetivos. Nadie la frenaba cuando emprendía un proyecto.  Simplemente las cosas cambian aunque nosotros no queramos y las personas crecen  a diferente velocidad,  altura y dirección.
Tiempo que pasó,  entre dudas y  experiencias gratas, tiempo que enterrará bajo una espesa capa de nieve de una primavera que todavía no ha llegado.  
Lo que quedó de todo ello fue el  saberse mirando al mundo desde una altura donde no todo el mundo puede mirar.  Una altura que solo da la franqueza, la integridad y la paz del corazón.
Tras de sí  dejó  un rastro de color rojo  sobre un hielo que no abandonaba el reino del invierno.  Un camino  por el que la muchacha se juró no volver a caminar jamás.
Abandonó una pasión y un sueño  sobre la senda  sin mirar atrás y ninguna falsa promesa,  ninguna nueva mentira consiguió convencerle de lo que hace tanto tiempo sabía y no podía creer por lo cruel y chapuza.
Ante ella, la llegada del verano y la libertad.



"Lo contrario del amor no es odio, es la indiferencia. 
Lo contrario de la belleza no es la fealdad, es la indiferencia. 
Lo contrario de la fe no es herejía, es la indiferencia. 
Y lo contrario de la vida no es la muerte, 
sino la indiferencia entre la vida y la muerte"

-Elie Wiesel-




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