Las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada

domingo, 6 de junio de 2010

Mi amante alemán




Los sábados por la tarde en la reunión familiar tomo un café que casi siempre me hace el mismo efecto, no consigo pegar ojo y termino como hoy charlando con mi amante alemán.
Hace tiempo que vengo notando que mi amante alemán me ronda descaradamente. Siempre he sido muy olvidadiza, pero últimamente empiezo a alarmarme. Con esas caricias que me brinda hace que olvide las cosas desagradables que tanto deseo olvidar, pero también he notado que por su cuenta, sin yo pedírselo, provoca que también deje perder los momentos preciosos que quiero atesorar en mi memoria como por ejemplo fueron esas llaves del paraíso que el otro día me costó un poco recordar.
Y así, hoy mientras dialogaba con él, apartando de mi mente palabras que nunca debí decir y otras que jamás debí escuchar ni leer, hice un parón en el tiempo y me vino a la cabeza un objeto muy especial asociado a gratos recuerdos.
Era una caja bastante grande en forma de corazón. Me costó mucho trabajo elegirla entre tanta variedad de cajas de la tienda, pues iba a ser muy importante por el contenido que tenía que albergar.
Dentro de ella viajaron montados en un tren un vestido rojo, una rosa y una cajita chiquita llena de bolitas de chocolate.
Extraño equipaje ¿verdad?
Cada uno de esos objetos guardaban un enigma que solo dos personas sobre la Tierra conociamos.
Ese vestido rojo capturó la primera vez que alguien muy importante puso sus ojos en mi. Recuerdo ese día y todas las vueltas que di bailando alegre por el salón.
Me sentía como una chiquilla, me sentía muy linda bajo su mirada, el me hacía sentir así y no hay nada que me guste mas que el contemplar el color y el brillo de sus ojos cuando es feliz.
Plegué cuidadosamente el vestido impregnado en mi perfume favorito, porque si los colores son importantes las esencias de cada momento también lo son y lo metí dentro de la caja con forma de corazón.
También quería regalarle miles de besos, todos los que no pude darle en los años de mi vida que iban desde mi nacimiento hasta el momento en que le conocí. Recuperar cada contacto que hubieran tenido mis labios sobre su piel en cada beso no dado que era suyo.
No veía la forma de contener todos esos besos hasta que recordé su afición por el chocolate. Llené una pequeña caja de bolitas de chocolate y las cubrí de besos salidos del fondo de mi alma. Besos de chocolate para mi gran amor, que pensé que le durarían un día pero que estoy segura aun conserva intactos, los ha tenido en la cajita durante años.
Aun quedaba algo muy importante por meter dentro y que debía dormir para la eternidad en esa caja junto a los otros objetos.
Con mucho cuidado tomé la rosa ya marchita y seca que una vez me regaló desde la distancia.
Una rosa roja que llevé en mi pecho y que sintió cada uno de los latidos de mi corazón de ese día. Una rosa que como todo cuanto el me dio era inmensa.
La caja estaba ya completa. En ella viajaba mi corazón, mi ternura y mi pasión. Dentro de la caja la esencia de mi vida y de un amor gigante del que mi amante alemán el Sr. Alzheimer sigue celoso queriendo borrar, pero le cuesta y es que yo no le dejo.
Junto a la caja un carrusel de caballitos que le entregué para que soltara por su casa y trotaran libres lejos de los palos que les atravesaban y les hacían dar vueltas al compás de una música que los esclavizaba, en unas vueltas que no llevaban a ningún lado.
Y es que para mi mas fuerte que el amor hay un valor que es más importante, la libertad.
La libertad de amar a quien queramos, la libertad de irnos cuando llega el momento de marchar, la libertad de sacrificar muchas veces nuestra propia libertad y sobretodo la libertad de expresión para quien nada debe y nada teme poniendo énfasis en cada palabra igual que en cada beso.
Me hubiera gustado poder abrir esa caja con ochenta y tantos años, al lado de esa persona, rodeada de nietos y poderles contar la historia de mi gran amor, que como dice mi madre es de los que solo se dan en las telenovelas.
Hoy me conformo con poder leer este relato dentro de unos años y aunque mi amante alemán se adueñe de mi cabeza quizás pueda aun leer y recordar ese momento en que le entregué esa cajita que los dos compusimos a medias.
Recordar su expresión y el brillo de sus ojos cada vez que la abría y me mostraba amoroso su contenido con una sonrisa. Besaba mi vestido rojo y ambos recordábamos juntos todo ese maravilloso tiempo que compartimos , en el que sin hablar solo cruzando nuestras miradas, sabíamos lo que siempre sabremos a pesar de todo y de todos.
No volveré a tomar café los sábados por la tarde, mi amante el Sr. Alzheimer se pone muy pesado y en lugar de borrar activa mi mente.





6 comentarios:

  1. Tu corazón, tu ternura, tu pasión... dentro de esa caja. ¡Vaya regalo¡.

    Un beso enorme

    noche

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  2. A mi, leerte, me emociona, no lo puedo evitar...

    Tienes un premio en mi blog.

    Un beso.

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  3. Que bello y triste a la vez...es muy hermosa tu especial sensibilidad...un abrazo de azpeitia

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  4. Nocheinfinita....
    En esa caja viajaba todo un mundo que daba un giro del que no se repondría jamás.
    En esa caja viajaba un compromiso.
    Un beso grande para ti también.

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  5. SAkk.....
    Ya sabes que te digo siempre, que tu y yo andamos conectadas a la par por muchos motivos.
    A mi me ocurre igual con cuanto escribes, tenemos mucho en común.
    Gracias por todo.
    Un beso grande.

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  6. Azpeitia, se bienvenido y gracias por tu amabilidad.
    Un beso.

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