Las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada

domingo, 13 de junio de 2010

Erase una vez un troll



Hace cosa de un mes puse en marcha este cuento inventado con la intención de que otras personas idearan un final. Lo cierto es que las terminaciones que me han ido llegando son bastante coincidentes, hay muy poca gente que crea en los cuentos de hadas con finales felices ya. Y es que hay sapos que por mucho que les besen las princesas sapos se quedan.

Erase una vez un troll que merodeaba sigiloso por el país de las dulces hadas. Aunque era un troll su vista no resultaba desagradable. A pesar de su gran nariz, su dentadura postiza y el sin fin de verrugas y lunares que poblaban el universo de su espalda, poseía una seductora mirada debajo de dos cejotas superpobladas.
Su interesante y amena conversación causaba la admiración de cuantos le escuchaban. Era un gran erudito y nunca dejaba de estudiar y conseguir titulaciones en tiempos record que nadie conseguiría sin pasar años, pero el si.
Era muy culto y diestro en el arte de dirigir las mentes. Certero en la táctica de sembrar la duda cuando le convenía, en como manipular y distanciar a su víctima de los que le querían, para así podérsela llevársela a su terreno y manejarla a su antojo. Nada mejor que el aislamiento para sus fines. Así conseguía que se fueran desprendiendo de sus amigos, de sus costumbres sociales.
Compraba el mismo modelo de anillo plateado por decenas para regalar a las hadas que conquistaba y ni se tomaba las molestias de cambiar sus tácticas de seducción.
Repetía el mismo patrón con todas ellas y le daba resultado.
Les contaba historias de los bosques, les cantaba bellas canciones de amor con su guitarra, las deslumbraba con su omnipresencia y su basta cultura e incluso, las llevaba a visitar un hermoso castillo perteneciente a sus antepasados, que ellas observaban boquiabiertas mientras escuchaban sus relatos sobre su rancio abolengo.
A las pobrecitas hadas que se compadecían les contaba sus penurias, de la crueldad de su familia, de la ferocidad con la que le trataban sus parientes, de su triste y solitaria infancia de abandono, de su madre castrata que le obligó a hacer cosas que nadie jamás hubiera aceptado y de cuantos problemas superaba para subsistir, de su entrega para ayudar a los demás. Siempre les pedía paciencia y comprensión entre alguna que otra lágrima de cocodrilo y alguna cosita mas.
La historia que contaba tenía todos los ingredientes de un cuento de hadas, príncipe, castillo, penurias, pruebas a superar, hermanastra, familiastra era como un Ceniciento y todo todo ....por amor a ellas, juas.
Las pobres incautas quedaban enredadas en su telaraña sin darse cuenta.
El conseguía hacerlas sentirse bellas, las animaba a formar asociaciones sin ánimo de lucro para llevar adelante proyectos culturales que nunca salían adelante, que se perdían en el tiempo por mil problemas de los que todos tenían culpa menos él y a ellas les hacía creer que estaban implicadas en su vida tramitando todas esas gestiones. Desaparecía por largos períodos de tiempo con excusas laborales o mil accidentes dignos de un perfecto gafe.
Las sumergía en proyectos donde su anonimato era la tónica, su privacidad. Siempre seguía la misma pauta, no se tomaba ni la mas mínima molestia en cambiar el patrón, eso si, de una en una alternando tiempos.
Todas ellas cruelmente engañadas y locamente enamoradas.
Se perdían con el en senderos verdes de bosque y en sábanas ahora tristes, ahora dichosas.
Desaparecía y aparecía a placer con mil excusas increíbles y así podía alternativamente visitar y ser visitado por sus enamoradas hadas, que vivían montadas a lomos de un caballo de carrusel que ahora las elevaba al paraíso, para después sumergirlas en los infiernos de la incerteza y la preocupación sin fin, hasta el punto de conseguir hacerlas sentir culpables de lo inexistente y acabar todas con tratamiento antiansiedad, alguna hasta quedó hipertensa crónica.
La alternancia era su juego. El dominio de su mente y de su cuerpo su objetivo. La síndrome de Estocolmo que todo justifica y todo comprende el destino de las tiernas hadas.
Las invitaba a su cueva y en cada visita se observaba la llegada de un mueble mas, de una colcha de flores, de un tamagochi, de unas toallas bordadas fruto de una herencia y es que cada una por separado ignorantes de todo, aportaban su granito de arena en la decoración de ese lugar al que les habían invitado a pasar el resto de la eternidad con promesas de amores cálidos, dentro de un bosque de crudos inviernos de corazón helado.
Un buen día de primavera las tres hadas de nuestro cuento coincidieron por casualidad en un festival literario de Mágicolandia y es que a todas ellas les había invadido la magia de las letras de nuestro troll. Una por una subieron al escenario y por casualidades de la vida, cada una de ellas recitó un poema del mismo escritor que a ninguna le era ajeno y es que en cada poema había un pedazo de sus vidas que se había fraguado en un paraíso que creían exclusivamente creado para ellas.
¿Qué quien era el escritor? -¿Quien si no? -el troll.
Ante tan casual coincidencia las hadas curiosas acudieron a conocerse. Así que las tres eligieron una margarita bien fresca y se sentaron en sus pétalos para hablar largamente mientras empezaban a temerse lo peor.
Pronto descubrieron las pobres hadas que no eran únicas y maravillosas para el Troll, ni mucho menos gozaban de su exclusividad. Sus experiencias parecían calcos, hasta sus anillos de compromiso eran iguales,los azabaches que un día colgó de sus blancos cuellos para abrir sus corazones, aunque los tiempos en los que cada una de ellas llevaban soñando con las promesas del troll eran distintos, pero facilmente encajaban en un calendario.
Ninguna podía dar crédito a lo que estaba ocurriendo, que alguien tan amoroso que un buen día puso la luna en sus manos fuera tan cruel de jugar con su amor y con sus vidas y que además afectaba a muchas otras personas.
Atónitas y tristes, se miraban las unas a las otras con una mezcla de desilusión y rabia.
Las tres hadas sentían como su corazón se partía en mil pedazos y los polvos mágicos de sus alas se desprendían sobre los pétalos de la margarita, volviéndose sus colores opacos y tristes.
El paisaje primaveral del lugar, hasta ese momento plagado de flores, sol y alegría se tornó en un triste invierno copado de nieve. Las tres hadas se sentían morir y con ellas moría la primavera. Se sentían languidecer mientras los copos de nieve les mojaba su mágico ropaje y sus tristes alas.
Querían huir de allí, de aquella pesadilla a toda prisa pero habían perdido la magia que les permitía volar, ya no tenían polvos mágicos sobre sus alas .
El troll tenía un fiel servidor, algo parecido a un amigo, cómplice en sus fechorías que siempre espiaba a las hadas de lejos,controlaba cada paso que daban. Pronto corrió a alertar a su amo de que le habían descubierto....

El troll al saberlo montó en colera y saltó sobre su caballo galopando a toda velocidad hacía el festival literario.
En la margarita se encontraban abrazadas las tres hadas muertas de dolor, ni se dieron cuenta de su llegada hasta que sintieron un fuerte zarandeo en el tallo de la flor que las derribó hasta el suelo. Como sus alas ya no respondían pues estaban casi aniquiladas para poder volar, cayeron recibiendo gran cantidad de golpes y rasguños, pero que no les dolían tanto como el engaño y la traición a la que las sometió el troll.
El hada mas antigua salió corriendo, nunca mas quiso saber de el. Emprendió el paso rápido y desapareció en los horizontes del oriente.
Las otras dos aun se recuperaban de las magulladuras y bajo los gritos del enfurecido ogro se fue cada una a su casa llorando desconsoladamente sin saber como pensar, ni como reaccionar.
El ogro no perdió mucho el tiempo y volvió a intentar enmarañarlas en su trampa. Ellas enamoradas todavía quisieron creerle, pero ya no se fiaban.
Y así no perdieron contacto por lo que a pesar de los sueños de sus tiernos corazones ya no podían ver al troll como le veían antes. Había jugado con ellas sin el menor remordimiento y es que hay historias tan complicadas, que por lo increibles es díficil dejar de creer, cuando ellas hacían esfuerzos por autoconvencerse del amor del troll que tomaba y soltaba sus manos a placer.
La segunda hada siempre creyó en su amor sincero, intentó entender, comprender pero era imposible, había vivido una mentira de largos años en la que se vio afectada su vida y la de quienes la querían, pero por fin tras muchas decepciones consiguió zafarse del malvado troll, que nunca dejaba su disfraz de persona entregada y maravillosa lavada con Ariel, tan diestro él en culpabilizar a todos los demás de sus carambolas mentales. La providencia hizo que la segunda hada se librara de arruinar su futuro saltando a un precipicio de la mano de alguien que nunca estaba. Se dio media vuelta y tomó un camino soleado y suave donde todo se puede hablar sinceramente, donde no hay secretos, ni falsas privacidades y aislamientos crueles.
La tercera hada, quien sabe si la cuarta también, sigue caminando sobre una cuerda floja, con un pequeño paraguas comprado en los chinos. Se encuentra en el centro de esa cuerda, pues no hace mucho que dio sus primeros pasos, aun no sabe mucho de lo que es paciencia, de lo que es la espera y el sufrimiento, solo ha tenido un par de tropezones y caídas. Detrás de si, desde el borde del precipicio la observa una criatura que no sabe si echar a andar por la cuerda tras ella o alejarse para siempre para no ser arrastrada en su locura.
Las otras hadas la saludan desde la distancia y le desean que tenga mucha suerte, saben que la va a necesitar, porque hay miradas hermosas que solo encierran la mirada de un troll,... pero es tan difícil darse cuenta cuando se está locamente enamorada y se quiere creer.
El troll al otro lado del precipicio le hacía señas para que avanzara, sin temor, con total entrega, pero no se acercaba ni pisaba la cuerda para ayudarla a llegar, ella seguía en soledad, avanzando sola entre la bruma,como siempre estuvieron todas las hadas del cuento.

El final anterior es un cúmulo de finales que enviasteis entrelazados, pero que en suma venían a decir lo mismo, que las hadas en el fondo fueron afortunadas de darse cuenta de la verdad a tiempo y de poder librarse de su cautiverio.
Solo uno de los finales era bonito, me lo envío una mujer amiga mía que tiene mucho de hada y bondad, a la que sigo asiduamente en sus escritos y mas o menos decía lo siguiente:

El troll salió disparado de su cueva y cuando llegó al festival observo con tristeza como lloraban juntas las pobrecitas hadas sobre la margarita. Se sintió vil gusano al ver el sufrimiento que les provocó a esas tres personitas que el amaba tanto en el fondo, aunque nunca se dio cuenta. Nunca supo gestionar ni elegir, su ego lo quería todo, se había comportado como un niño que cambia de cromos a su antojo sin importarle nada la vida de los demás, era emocionalmente inmaduro. Se encogió de hombros y avergonzado se retiró a su cueva por años.
Las hadas nunca mas se acercaron a él, habían sentido que les cercenaban el alma y no pudieron con tanto dolor. Se encaminaron a otras tierras y seguramente encontraron quien les supiera amar como ellas amaban. Solo guardaron el recuerdo de un sueño hermoso que terminó en tragedia.
El tiempo pasó, el ogro purgó sus desmanes ayudando a los pequeños seres que habitaban en su bosque. Era fuerte, les procuraba leña, les alcanzaba la miel de las abejas a los duendecitos que no sabían trepar y les protegía de los peligros. En las noches de luna llena alrededor de una hoguera, les contaba bellas historias y les cantaba con su guitarra. Les hablaba de unas lindas hadas que un día le amaron y que él a su manera amó.
Se volvió bondadoso en extremo, tanto que le concedieron un alma nueva y un semblante agradable.
Atrás quedaron sus cejotas, sus berrugas, su boca se lleno de brillantes dientes blancos y su cabello se volvió rubio.
Quiso hablar de nuevo con las hadas, pedirles perdón por cuanto daño les hizo, pero ellas ya se habían alejado, eran imposibles de alcanzar.
El troll se quedó solo en el bosque, acompañado de todos esos amigos afortunados que solo conocieron su lado amable, ese semblante divino antes engañoso que ahora era en él una virtud real.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.






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