Las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada

jueves, 10 de junio de 2010

Flipando entre un mar de jacarandas




Hoy regresé a mi Uni, el lugar donde mas a gusto trabajé jamás y que por necesidades del guión que la vida nos marca tuve que dejar con gran pena penita pena.
Así, a pesar de la lluvia que hoy se dejó caer por Barcelona, me dio un impulso y tomé camino hacia ese fantástico lugar temiendo que no quedara ni una flor en pie con la que estaba cayendo.
Donde yo trabajaba no hace tanto esperábamos un año a que los árboles de jacarandas que poblaban la avenida florecieran. El espectáculo es tan hermoso que no podíamos evitar recordar de vez en cuando, el privilegio de tener delante una pared de cristal y embobarnos como posesos ante los colores malvas de esas flores.
Todos cuantos pasaban por allí se quedaban prendados del espectáculo.
Un año de espera para tan solo un mes de flor y es que lo bueno se da en pequeñas dosis.
Tras atravesar toda la ciudad por fin llegué y decidí subir la calle caminando bajo la lluvia recreándome en las benditas flores que aparecían exuberantes ante mis ojos. Ni el chaparrón pudo con ellas, allí estaban pareciendo esperarme.
Sin darme cuenta me asomaba una sonrisa de esas incontrolables y es que ni se cuantas fotos habré hecho a lo largo de los últimos cuatro años a esos benditos árboles.
Llegué casi al final del trayecto y divisé la inmensa pared y detrás de la misma lo mejor que alberga ese lugar, mis antiguos compañeros.
Y es que hay privilegios en la vida que no se pagan con dinero, el conocer a personas especiales que se convierten en familia y que aunque no nos veamos seguimos en contacto telefónico, preocupándonos por como estamos y como nos va la vida.
Huelga decir que además de la lluvia llovieron abrazos y besos, saludos de tanta gente que salieron de sus despachos al saberme llí. Y es que ninguna mejora laboral compensa la pérdida de compañeros tan estupendos y de la calidad de vida de la que se disfruta en mi Uni.
Hasta recibí una rosa de Sant Jordi retrasada que un profe me regalaba todos los años y que fue a buscar al saber que me encontraba allí. Hoy no lloré de alegría de milagro, parece que he perdido esa capacidad y antes en cambio era una llorona empedernida.
Hasta paró de llover y salió un sol radiante. Que cosas ocurren a veces y que feliz se siente una .
No me dio tiempo a visitar los otros edificios del campus, así que me tuve que conformar con el mío, porque tenía que volver a atravesar de nuevo toda la ciudad para acudir a mi trabajo.
Pero si me dio tiempo de visitar el viejo monasterio al que solía ir a pasear en mi tiempo de descanso.
A pesar de llevar ya mi flor, no pude resistirme a llevarme una de las rositas que dejan para los feligreses las monjitas clarisas en la capilla.
Me senté como tantas veces en el banco a mirar a la Virgen aunque no soy muy creyente que digamos, solo cuando truena y hoy si que había tronado un poco y tras comprobar que todo seguía en orden, tal y como lo dejé, solo me restaba ya la última visita obligada, mi roca.
Saliendo de la capilla hay una escalinata y al final una roca bajo un arco.
En esa roca me sentaba alguna vez y hablaba a veces al viento, he pedido cosas y se me han concedido.
¿Casualidad? seguramente, pero ese sistema de telecomunicaciones para mi siempre fue infalible.
Así que una vez mas cerré mis ojos y aprovechando la soledad del lugar tras la lluvia, grite al viento muy fuerte, tan fuerte tan fuerte que el cielo se oscureció de nuevo y tuve que irme corriendo pues la lluvia empezaba a caer otra vez.

"Como que llueve y yo sin paragüas"

2 comentarios:

  1. Nosaltres també t'estimem.

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  2. No me había dado cuenta y no os conteste.
    No os olvidaré jamás, soís mucho mas que unos compañeros, os quiero.

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