Las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada

sábado, 4 de febrero de 2012

El Golem



Gracias a FB al cabo de décadas encontramos personas de las que no sabíamos nada y descubrimos el gran potencial que tienen escribiendo. Es el caso de mi compañero de EGB Ricard, que cada noche nos obsequia con un relato de terror.
 Esta noche, después de un día muy ajetreado me senté a leerle como todas las noches y ¡caramba!, que buen relato. Estoy segura de que nuestra querida Dora, profesora de literatura se sentiría muy orgullosa de Ricard, ella ha tenido mucho que ver en esto, seguro que si.

Espero que os guste este cuento de terror.




Podría haber tenido como libro de cabecera alguna ibra de Goethe, Rilke, Hoffman, Schiller o Hesse, pero li que descansaba sobre su mesilla de noche era el "Mein kampf" de Adolf Hitler.
El coronel de las SS Otto Frank se sintió orgulloso cuando fué designado responsable de la seguridad de los atletas extranjeros en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936. Alemania confiaba en él.
Llegaron las delegaciones extranjeras y ya la primera noche un suboficial de las SS le informó de que en la representación USA había un encargado de material judío, Isaac Levin, que se paseaba por la villa con la kipa spbre su cabeza, creando malestar entre la guardia.
Levin no hizo caso del aviso de los SS al contrario, cuando llevaba la kipa sonreía a los guardias, creando malestar entre estos.
Aún a riesgo de provocar un incidente internacional, Otto Frank dió la orden de "solucionar" el problema.
La noche siguiente el miembro del equipo americano fué hallado muerto en un callejón. Le faltaban dinero, reloj y anillo. Tal parecía que hubiera sufrido un atraco violento.
Para celebrar sus honras fúnebres llegó de Londres en rabí David Meir, tío del difunto, hombre severo y gran medievalista.
"Y siguieron dos días de lluvia y el barro fué abundante, y el rabí tuvo con que elaborar al ejecutor de su venganza".
Y a la segunda noche desaparecieron dos SS de la guardia asignada a la legación USA, apareciendo desmembrados a la mañana siguiente.
Hermann Göering, puso a las SS y a Gestapo a disposición de Otto Frank para investigar el caso. Sin embargo, la noche siguiente, desapareció el teniente al mando de la guardia de la representación americana, apareciendo al amanecer como sus colegas: en medio, el tronco y separados la cabeza, los brazos y las piernas.
Un cabo SS fué interrogado durante horas puesto que afirmaba haber visto a un gigante de barro acercarse al teniente. Gran aficionado al vino del Rhin, el cabo fué confinado a los calabizis de Prinz Albertstrasse, sede de la Gestapo.
Esa mañana Göering no fué tan comprensivo con Otto Frank. El coronel se jugaba su puesto...y quizás algo más.
Frank decidió jugársela a una carta. Acudió a ver a un viejo rabí de Berlín a pesar de que, de natural, ese hubiera sido el último lugar al que iría.
Le dijo el rabí:
-Se porqué has venido coronel. Te han enseñado a no creer en nada de lo que cree mi pueblo. A pesar de ello, has venido hasra aquí. Permíteme que te cuente una historia:
"Dicen que siglos atras, un rabí muy sabio y con conocimientos mágicos perdió a su mujer y a su hijo en castigo por defender a su pueblo ante un todopoderoso señor. Construyó un hombre de barro. Le puso un corazón y dibujó sobre el pecho de la criatura una palabra mágica. Y el hombre echó a andar. Y se le conoció como "El Golem", convirtiéndose en el terror de los esbirros del señor y de este mismo. Tal era la fuerza de la criatura que no quedaba miembro en su sitio ni hueso por remover".
Ahora, coronel, en ti está creer o no esta historia.
Otto Frank no creía en viejas historias...y menos judías...¿qué diría Göering si se enterase?
Esa noche acompañado de su ayudante, el sargento Schirach, se acercó a la residencia de los americanos para investigar.
A las dos de la madrugada unos gritos desgarradores despertaron a todo el mundo. Los SS corrieron al lugar del que procedían los gritos. Al llegar encontraron al coronel Otto Frank muerto, desmembrado, y al sargento Schirach riendo como un demente, sin ojos y con rastros de barro alrededor de sus vacías cuencas...


Ricard P.

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