Hay días en que en mi mente, sigue a caballo entre dos lugares, a pesar de que mi cuerpo se haya apeado, haya cesado de correr de la montaña al mar y de la nieve al verano.
En la oscuridad te encuentro con mis manos, te siento cálido, dormido y ajeno a mis cabilaciones. Al escuchar tu respirar, se que todo está bien y no, no estoy soñando, estás aquí.
Busco en tu pecho mi almohada y me acurruco entre tus brazos, los que me cobijan cada noche y se que estoy en casa. Estoy donde quiero estar, pero tengo el corazón atado fuertemente al lugar donde vi el sol por primera vez. El mismo lugar donde tus ojos me reflejaron aquel día en que llegaste. Conseguimos juntar nuestras manos y nuestros anhelos dejaron de ser solo sueños.
Mi corazón seguirá atado de por vida con cintas de colores a corazones queridos y lejanos, a un mar calmo, a un aire templado, pero con mi oído puedo escuchar el latido de tu corazón dormido y en mis dedos se entremezcla tu cabello y nada es comparable a esta sensación.
Doy rienda suelta a mis sentimientos y me emocion y siento cuanto te quiero. En la oscuridad te miro sin ver, pero te veo.
Los ojos me pesan y voy a dormirme de nuevo, pero se que en pocas horas te oiré bostezar y tus pasos rotundos sobre el parqué me despertarán sin clemencia.
Con la luz del día volveré a la realidad. Me verás sonreír pero no sabrás por qué y es que en esta noche soñaba que te soñé.
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