Las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada

sábado, 7 de agosto de 2010

La luna era roja




Se había
oscurecido el cielo hacía mas de una hora y una hermosa luna roja y llena iluminaba el prado.
Hacía años que no veía una luna roja como esa, pero la impaciencia no le permitía abstraerse en su contemplación.
Tontxu había salido con el coche a comprar al pueblo y a hacer unas gestiones por la tarde y ya debería estar de vuelta. A el le gustaba ocuparse de sus cosas en solitario, así que Mireia prefirió quedarse en casa.
No era normal que tardara tanto.
La casa se le hacía pequeña, Mireia caminaba de un lado a otro, mirando nerviosa por todas las ventanas.
La madera del suelo crujía bajo sus pies y eso aun le aumentaba el estado de ansiedad.
Salió afuera y se sentó en el pequeño banquito de madera de la escalera y que era su rincón favorito, pero no resistió ni cinco minutos en la oscuridad y volvió a entrar dentro.
Se quedó apoyada en la puerta y por fin unas luces de faros iluminaron tímidamente la carretera.
Bajó velozmente las escaleras llena de preocupación. El jamás la dejaba sola, menos tanto tiempo, seguro que algo le había ocurrido. A el siempre le ocurrían cosas, era como un pupas, le pasaba de todo y ella siempre acababa por temerse lo peor.
Tontxu vio que estaba muy nerviosa y la tranquilizó con un beso y un abrazote de esos fuertes que la cortaban la respiración.
Le dijo con un gesto que no hablara pero Mireia estaba todavía mas intrigada, aunque ya tranquila al verlo sano y salvo.
El tomó su mano y la condujo a la parte trasera de la casa de donde salía una extraña luz muy débil.
Ella le preguntaba qué pasaba, que misterio ocurría ahora y solo obtenía por respuesta un susurro como para que se callara.
Al doblar la esquina de la casa, sobre la hierba había una manta, con un mantel, cava, una tarta y esparcidas por el prado un sinfín de velitas que eran la única iluminación bajo la luna roja de julio.
Ella quedó alucinada ante el espectáculo porque el nunca la había preparado algo así y tampoco recordaba que hubiera nada especial que celebrar, pero le daba lo mismo.
Era una romántica sin remedio, enamorada de él hasta los tuétanos y no había un mejor marco en el mundo que el que tenía ante si en ese momento. Se preguntaba como había montado eso sin que ella se diera cuenta y llegar con el coche, pero que mas daba.
Eso era como agua de mayo para su corazón que tanto había sufrido por esa relación, tantos disgustos, tantos problemas de todo tipo y tantas renuncias.
Tontxu le miraba sonriente, mudo, embobado mientras a ella solo le pedía el cuerpo gritar y saltar de alegría como una niña, pero daba igual, allí en su casa nadie les podía escuchar.
Vivían solos bajo un universo de estrellas y el abrigo de los árboles de bolitas rojas.
La abrazó y la miró y ahí se terminó la euforia. El tenía el poder de desarmarla y con tan solo su mirada hacerla entrar en un verano sofocante, en medio de la nieve. El nunca podría llegar ni a imagina lo que su mirada causaba en ella, la forma loca en que ella le amaba.
Le sujetó la cabeza con las manos y la besó antes de darle una noticia que a ciencia cierta la haría muy feliz.
Volvían de regreso al país de Mireia, con su gente. Tontxu había conseguido un trabajo que les permitiría vivir dignamente en esa tierra de extraña lengua de la que procedía Mireia.
Con el trabajo le concedieron un piso en la ciudad, era cuanto precisaban.
No iba a ser lo mismo que vivir en la paz del campo, pero estar juntos sin añoranzas, con la familia cerca permitiría que ella fuera totalmente feliz.
Ambos estaban dispuestos a sacrificarse por la felicidad del otro. Ella lo hizo primero al dejar su mundo atrás y enfrentarse con un medio desconocido donde se sentía en ocasiones una perfecta inútil, donde había tenido que adaptarse a la vida campestre siendo una urbanita de nacimiento. Y el no dudó en dar el paso después de ir a la ciudad, todo por ella.
Todo esfuerzo merecía la pena. No había nada comparable a poder despertar en la noche y abrazarse hasta despertar y amarse una y otra vez hasta caer rendidos.
Llegar a casa y encontrarla esperándole con su sonrisa, sus cariños, la mesa puesta y esos guisos que le preparaba con tanto amor, a pesar de no gustarle la cocina.
Habían pasado mucho tiempo separados y ahora que habían conseguido estar juntos iban a por el pleno, la felicidad completa con los seres queridos que se encontraban lejos.
A ella le faltaba algo, le faltaba su familia, su lengua, su sol, su mar y el consiguió encontrar solución a todo ello.
Tontxu extrañaría el verde de los campos, la nieve de las montañas, el aire frío del invierno en la cara, pero siempre podrían regresar de vacaciones y algún que otro fin de semana.
Mireia no podía dejar de llorar de felicidad, no tanto por regresar a su tierra, sino porque una vez mas Tontxu, le había demostrado cuanto la amaba, tanto como ella lo amaba a él, hasta la locura.
Se sentaron en la manta y ya mas serenos Tontxu descorchó el cava. Brindaron y el dorado néctar en sus labios dio inicio a una cadena de besos y de caricias, envueltas en lágrimas, miradas profundas y sonrisas.
La tarta quedó olvidada a un lado. Solo querian abrazarse y besarse en un mar de hierba, bajo un universo donde solo existían ellos dos.
Era julio, pero la noche se volvía fría conforme pasaba el tiempo, así que recogieron la tarta y el cava y entraron en la casa.
Mientras Tontxu prendía la estufa de leña un pensamiento asaltó a Mireia. Miraba las paredes de la casa y era consciente de lo felices que habían sido en ella. Aquella casa fue el principio de la realización de un sueño por el que lucharon años. Quizás ya no deseaba tanto regresar a su tierra, todo en la casa le hablaba de Tontxu.
Era consciente de que nunca importó e lugar donde se encontraran, ni el frío, ni la soledad, ni todos los palos en las ruedas del carro que la vida les había puesto, nada tenía importancia si el caminaba a su lado.
Tontxu era la única razón de su existencia y donde estuvieran juntos podrían ser felices. Juntos eran perfectos, ella no necesitaba nada mas que mirar sus ojos y sentir su amor.
Tontxu puso en marcha la cadena de música y tomándola en sus brazos bailaron lentamente deseando que esa noche no terminara jamás.

10 comentarios:

  1. Hola Osane,

    Enhorabuena!

    No sé si es real, pero lo sea o no... es una historia preciosa...

    Te dejo saludos,

    Sergio.

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  2. Querida Osane, qué romántica historia. Es precioso imaginarse una relación así y estoy de acuerdo que no importa donde uno esté mientras estes al lado de la persona amada. Gracias por darme una transfusión de romanticismo. Besotes.

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  3. Sólo deseo que ese final se cumpla.

    En ocasiones aprendes a querer a alguien a quien ni siquiera conoces, a través de las palabras de un tercero. Y a través de ese pequeño conocimiento, y sabiendo que todo pasa por algo y que siempre hay una segunda, una tercera, una quinta oportunidad en la vida... el tiempo pone todo en su lugar, y tanto amor no se puede tirar montaña abajo.

    Dos abrazos... el segundo para el chico de la historia... por si existe.

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  4. Tu intención dice mucho de ti. Te mereces recibir todo lo que das.

    Un beso

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  5. Serpai...
    Esta historia tiene parte de realidad, parte de ficción. El sentimiento que se transmite, los personajes, el lugar, el escenario fueron reales.
    Me alegra que te gustara.
    Un beso.

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  6. Susana en medio de las relaciones idílicas también hay mucho de sufrimiento,pero esta escena vale por mil tristezas. Un beso.

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  7. Chesana.
    Hay circunstancias naturales que no permiten mas oportunidades.
    El tiempo es limitado y cuanto le rodea,carpe diem, no hay mas en esta vida. Nada vuelve atrás.
    Un beso.

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