Las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada

lunes, 30 de agosto de 2010

El navegante (3a. parte)




La limosina circulaba por la calle Marina bajo las miradas de los peatones, aunque los cristales ahumados protegían el interior de las miradas curiosas.
Era una sensación extraña sentirse el centro de atención de la gente sin ser vistos.
Dentro del coche los dos abrazados, casi incrédulos de que lo que estaba pasando fuera real.
La historia que ambos inventamos como un juego se estaba convirtiendo en realidad.
El navegante se había esmerado en cuidar todos los detalles para que el encuentro fuera perfecto, quizás no inventaba, quizás sabía desde un principio que el sueño era posible, solo se limitó a planificarlo.
No podíamos dejar de mirarnos, de acariñarnos el uno al otro. Nuestras manos se estrechaban nerviosamente, como queriendo asegurarse de que todo era cierto, que estaba sucediendo, que por fin estábamos juntos. Su voz ufff! esa voz que me cautivó la primera vez que lo escuché cantar y después hablar, sonaba aun mejor que en la distancia.
Sus dientes aparecían blanquísimos en contraste con su piel morena, era realmente como un príncipe de cuento de hadas, era mi navegante.
En medio de las torres gemelas el surtidor iluminado. La luna era llena y el mar aparecía ante ellos en calma. Parecía que todo estaba sutilmente dispuesto para adornar nuestro encuentro.Todo era perfecto.
La limosina descendió por la rampa que conducía al Port Olimpic. Habíamos llegado y algo se agitó dentro de mi estómago, estaba muy nerviosa a la par que emocionada.
El chófer descendió de la limosina y abrió mi puerta, mientras el navegante descendía por el otro lado del coche..
Recogí las rosas y el navegante me tendió su mano. Yo no podía saber exactamente donde estaba el barco, pero conocía a la perfección todo lo que sucedería esa noche. Lo soñamos despiertos tantas veces y estaba ocurriendo de verdad.
Un sueño construido a medias en nuestras imaginaciones, hacía mucho tiempo, cuando la distancia entre Buenos Aires y Barcelona nos parecía insalvable.
Caminábamos en la semioscuridad del muelle y no parábamos de sonreír.
El me cubrió con un chal mientras me pasaba el brazo por los hombros, se había levantado algo de brisa, así es el todo un caballero.
Hablábamos poco, solo sonreíamos. Los nervios se apoderaban de nosotros como si fuéramos dos adolescentes en su primera cita. Era la primera vez que nos mirábamos frente a frente, que nuestras manos se habían tocado.
Nos detuvimos frente a un yate, ni muy grande, ni muy pequeño. Junto a su amarre dos antorchas que iluminaban su nombre.
Enseguida supe que ese era el barco, su nombre era "las llaves del paraíso".
Las rosas se me escaparon de las manos mientras embobada era incapaz de articular palabra,estaba clavada ahí mirando el barco y recordando tantas cosas, tantas palabras que él me había dicho.
Las llaves del paraíso era un poema que el navegante me dedicó, donde me entregaba unas llaves, las llaves del paraíso. El paraíso era su propio corazón.
Igual que si hubiera creado un hogar para ambos y me hubiera entregado las llaves de su casa, él en la lejanía solo podía ofrecerme las llaves de su frágil corazón. Un corazón rebosante de amor y de un gran temor por cuanto sentía ante la barrera de los miles de kilómetros que los separaban.
Me pidió que cuidara esas llaves como un tesoro, pues su corazón no podría resistir una nueva desilusión. Ya lo había pasado muy mal con otra experiencia y no resistiría un nuevo fracaso.
Recuerdo que acepté con algo de temor las simbólicas llaves y las guardé mentalmente en mi pecho, en el lugar mas tierno y delicado que posee una mujer.
El me soltó los segundos justos para auparme y sacarme de mi estado de abstracción. Me tomó en sus brazos y los zapatos rojos cayeron de mis pies, pero no me importaba.
Me abracé fuertemente al cuello del navegante, mientras nos besábamos tiernamente.
El avanzó por la pasarela de las llaves del paraíso y ya a bordo me bajó a cubierta, sin dejar de abrazarnos ni por un momento con mas fuerza todavía.
Ahora descalza el me parecía mucho mas alto. Me sentía locamente enamorada y el era el príncipe de mis sueños, el hombre mas tierno y apuesto del mundo.
Se interrumpió el arrumaco cuando el conductor de la limosina nos acercó los zapatos y las rosas que habían quedado tirados en el muelle, y el navegante le despidió dándole las gracias.
-¿Eres feliz? me preguntó
-La mas feliz del universo, te quiero navegante.
No hubo tiempo para mas palabras, nuestras bocas se buscaban y los besos fluían sin control de nuestros labios.
La luna me miraba celosa, estaba entre los brazos de un hombre maravilloso.
La sirena y el príncipe por fin se habían encontrando, burlando las distancias y los obstáculos.

Continuará....

4 comentarios:

  1. Que relindo Osane. Como no había leido las dos primeras partes he aprovechado y lo he hecho todo seguido...qué romántico, casi un sueño...Luego,¡ es posible que los sueños se hagan realidad!
    Espero el resto del relato que seguro no me va a defraudar...Te felicito.
    Besotes.

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  2. Ya sabes que dicen... "que toda la vida es sueño y los sueños sueños son"
    Me alegra que te guste, es un sueño compartido entre varias personas. Un beso.

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  3. Gracias a Dios por los sueños.... siempre dije que hay una bella diferencia entre sueños y utopías .... la hermosa y maravillosa diferencia que los sueños se pueden hacer realidad.... esos sueños que están en nuestra mente y en nuestro corazón son los que nos hacen ser mejores personas cada día .... son los que nos permiten esperar que algo hermoso suceda ... y en esa esperanza está la verdadera esencia de la vida .... un beso enorme para ti Guapetona ♥

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  4. Gracias por lo de guapetona, ante todo.
    Esta es la tercera parte de un sueño incompleto, espero que algún día llegue esa inspiración que haga cumplir una condición y la historia siga aquí donde yo la dejé, con ayuda de otros autores.
    Un afectuoso saludo y gracias por leer este humilde blog.

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