Las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada

viernes, 30 de julio de 2010

Hasta los huesos



Me encanta contemplar el cielo desde mi escritorio. Hoy está nublado y las nubes corren rápidas. Se mezclan en varias capas mientras los truenos no dan tregua llenando el espacio de un ruido estremecedor. Violentamente aparece algún rayo partiendo en dos las nubes.
Caen las primeras gotas, enormes, precursoras de una tormenta de verano en toda regla.
Se agolpan y se estrellan ferozmente contra el suelo. La cortina de agua y granizo no da tregua y el suelo del patio se alfombró de un extraño césped de gotas rebotadas.
El espectáculo de luz y sonido es alucinante e inevitablemente activan mi mente donde se despiertan recuerdos de un pasado feliz.
Da igual donde me encuentre, o el tiempo que haga, porque incluso el viento que mueve las hojas de los árboles me habla de ti.
Un día de abril, lluvioso tal como este, me tirabas de la mano, mientras mis tacones de aguja se hundían en el empedrado de la calle. Llovía cada vez mas fuerte y no era capaz de seguir tu paso.
No podía parar de reír por la situación mientras tu jurabas en arameo renegando de mis zapatos. Escribir sobre esto me arranca una sonrisa, se que me puedes ver. Tu tan enojado y yo feliz por estar a tu lado a pesar de todos tus reniegos sin poder correr a penas.
No conseguimos llegar a los baños árabes ninguno de los días que pasamos allí. El tiempo no acompañaba para hacer turismo y vimos muy poco de aquel lugar.
Nos llovió encima, como siempre nos llueve a nosotros... sin paraguas.
Aunque era primavera granizó e incluso cayeron algunos copos de nieve que contemplamos desde el ventanal del restaurante que daba al río.
Todo fue especial en esos días, el clima mostraba todo su abanico de posibilidades como si supiera que teníamos poco tiempo. Hizo pasar ante nosotros las cuatro estaciones en horas.
Yo te miraba en silencio mientras tu no parabas de hablar de aquel cocinero sobre patines que te tenía maravillado y yo solo absorvía tu rostro en mi memoria, tu voz y tu tacto mientras me tomabas de la mano sobre la mesa. Me gusta escucharte y tu hablas constantemente. Estabas cargado de sueños, de proyectos y yo me sumergía feliz en ellos, podía hasta imaginarlos.
Al rato paraba de llover y aprovechábamos para salir rápidos hacia el apartamento, pero todo era en vano, no llevábamos paraguas y la lluvia volvía a empaparnos.
Regresar de la calle calados de agua hasta los huesos, tomar esa ducha de agua muy caliente que llenaba el cuarto de baño de vapor y correr a la cama para no sentir frío.
La climatología se reveló para mantenernos anclados a unas sábanas felices, en un espacio hecho de silencios, suspiros y brillantes miradas.
No he reposado mejor en ningún lugar que sobre tu pecho, escuchando la lluvia tras los cristales y tus latidos. No precisaba mas aire que el de tu aliento, ni mas abrigo que el de tus brazos.
Daría parte de la vida que me queda por revivir esos días, por sentirme como me sentí. Quisiera haber muerto en esos momentos en que nos perdíamos entre risas y mimos y me sentía la mujer mas afortunada sobre la Tierra.
Vivirlo otra vez... y otra... y otra, como en aquella película titulada "El día de la marmota", pero siempre repitiendo esos momentos tan tiernos.
Tus manos acariciándome el cabello mientras tus ojos mudos gritaban que me amabas.
Ha parado de llover aquí, se acerca la hora de irme del trabajo. Te veo llegar y como siempre me esperas junto a la entrada del recinto. Yo te envío un beso volador como todas las noches.
Hoy te siento tan cerca, tan dentro, no se si por causa de esta lluvia que siempre me atrapa en este recuerdo tuyo.
No creo que resista hasta la hora de salir sin levantarme del sillón y correr a abrazarte. Necesito decirte cuanto te amo.
Vuelve a llover con fuerza. Acércate tu, yo no puedo.
Ven junto a mi.


2 comentarios:

  1. Qué romantico!! Gracias por compartirlo, de vez en cuando un toco de romanticismo le hace bien al corazón.
    Saludos.

    ResponderEliminar