Las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada

miércoles, 14 de julio de 2010

La flor que muda a fruto

Una vez hace varios años, existía un sueño que se fraguaba en una casa dentro de un jardín de la parte de atrás de una universidad extranjera. La historia de un jardinero que cuidaba de una única flor, como el Principito.
Me gustaba tanto esa idea, esa imagen, pero tenía tantos miedos y tantas cosas que cambiar en mi vida para llegar a ese instante.
Se revuelve en el baúl y aparecen cosas como esta tan larga que escribí, en un momento en que me sentía muy dichosa. Hoy puedo trasladarme al instante, porque puedo sentir y ver cuanto escribí en este poema tan largo, largo por querer expresar tantas sensaciones.

Corriendo entre las sombras del invernadero
donde dormían aletargados mis deseos
sorprendida y cargada de dudas
sin encontrar algo que diera razón a mi ser
Traspuesta en mi existencia estática
me senté a ver pasar el paisaje,
el paisaje cotidiano,
el que perdió todo sentido.
El paisaje del país de Nunca pasa nada
Y entre la frondosidad de las plantas
donde la imaginación alcanza el alma,
cuando el miedo desaparece
porque el ser encuentra su lugar
porque el amor destierra cuanto es hostil
e invade apasionadamente mi realidad
convirtiéndose en el total que cambia el todo
Ahí llegaste tu... mi jardinero
el que cuida la flor única
la flor de lo elevado
la flor que me da la paz
con solo imaginarte a mi lado
Jardinero de mirada brillante
verde color de bosques de robles,
verde como el licor de menta
y de labios dulces como la sabia del regaliz
Sabes acariciar mi alma, mi piel
y prendes de fuego mi sentir
como si de un volcán se tratase.
En las entrañas escondidas
en lo mas profundo de la carne
el deseo, el amor, la belleza
reunidas en un mismo soporte
el latido de mi corazón
donde mis imposibles utopías
se expanden incontroladas
Flotando en el cosmos
por el calor que emana tu amor
y la tibieza del agua sagrada de tu riego.
Me fundo en tus caricias
y crece una semilla en mi seno
mis raíces trepan por tu cuerpo
las ropas caen como rocío en primavera,
Carezco de voluntad ante tu abrazo
y me abandono al tierno susurro de tu voz
al suave tacto de tus manos sabias
Como una flor mudo a fruto
por el néctar que me sustenta
cuando mi jardinero me ama
En la pasión de nuestras noches
en el calor de mis mañanas
los amaneceres malvas me envuelven
en dulces licores de excesivos grados
que emborrachan sin prisas,
sin pausas, mi corazón enamorado
No hay dudas, distancia, ni treguas
para quien te ama tanto.

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