Las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada

jueves, 17 de enero de 2013

Empaquetando trocitos de vida



Y los caminos y  los viajes cambian en su dirección..
Los viajes de ida y vuelta del mar a la cumbre se voltean a la inversa y de a poquitos intento colocar dentro de unas cajas fragmentos de lo que fue mi vida pasada, en cada viaje de regreso a casa. 
Pequeños retazos y apegos sobre objetos que me han acompañado a lo largo de los años y que no quiero dejar atrás en el olvido.
Reviso entre mis cosas  e inevitablemente se me vienen recuerdos a la memoria y no sin algo de tristeza también descubro que el paso del tiempo y las experiencias,  hacen que dejemos de sentir muchas cosas que fueron valiosas en su día,  que pierdan importancia ante el presente.  Las promesas para la eternidad y el mas allá se diluyen con los años y de eso solo queda la sorpresa de tener solamente una fugaz imagen y de no recordar  muy bien en que momento y por qué todo lo que hubo se escapó por la ventana.
En este viaje de vuelta, vienen conmigo objetos que mi madre preparó para mi ajuar hace décadas. Objetos preciosos de los que seguramente podría prescindir, pero no me resigno,  aunque de momento aun no tengan su  lugar en medio del caos de unas obras que parecen no terminar nunca. 
En esas cajas  se encuentra el esfuerzo de mi madre y la visión mental de cuando fuimos a comprarlos juntas.Cuando yo era una adolescente y ella se sentía previsora mientras  yo solo pensaba en pasármelo bien y hasta me repateaba comprar todos estos objetos  destinados a un futuro que ni siquiera podía imaginar. 
Cosas de mi madre, de otras épocas.
En las dos últimas Navidades eché de menos  en nuestra  mesa cuanto he guardado  dentro de las cajas.  
He envuelto todo con el cuidado con el que se trata un tesoro , porque un tesoro es,  mi tesoroooo. 
Cada objeto envuelto con un manto de plástico de burbujas y solo  ruego a Petter Pan que llegue sin roturas a  casa.
Hay tantas cosas que quisiera llevarme conmigo  pero no debo. 
Sin duda cada vez que levante la vista y vea el contenido de estas cajas, sabré que hay mucha esencia de mi madre en ello y quizás no la extrañe tanto.
Al igual que todos los seres queridos que quedan aquí, tengo que aceptar que tampoco los objetos que adornaron mi vida pueden entrar dentro de mi nueva realidad, por falta de sitio, de armonía con el entorno  y porque no se puede andar invadiendo un hogar que nunca se concibió para la existencia de los mismos.
Mañana iré a decirle hola y hasta pronto a mi playa, a ese mar que tantas veces me escuchó reír y llorar y al que tanto añoro, aunque siempre puedo subir montaña arriba y verlo  aunque sea de lejos, si el día está despejado e imaginarme que es mi Mediterráneo, aunque habrá que esperar a que pare de nevar, de llover y de hacer viento, porque no hay quien suba ahora mismo.
Cada vez que hago este viaje es como si me despidiera para siempre, como si me fuera a Siberia muy lejos muy lejos,  pero me reconforta pensar que solo una hora de vuelo me aleja de la otra mitad de mi corazón, que aunque muy lleno creo que siempre va a estar partido.  
Espero que con el tiempo se me pasen estas sensaciones contradictorias sentimentaloides,  de a ratos lágrimas y a ratos sonrisas porque por fin estoy junto a quien tanto quiero.

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