Un segundo saco pesado, abrumador: el del pasado. Son esas personas que vuelven y vuelven a recordar las penas pasadas, los fracasos que tuvieron, las heridas que sufrieron. Se empeñan en rascar las heridas y así siempre están sangrando y nunca se curan.
Y todavía se empeñan en llevar un tercer saco muy pesado, el del futuro. Son los que miran al mañana con miedo, esperando siempre lo peor.
Llevar hoy la carga de mañana unida a la de ayer, hace vacilar y tambalearse al más fuerte, pero nadie nos manda vivir así. Nadie nos manda llevar al mismo tiempo los tres sacos.
Así en realidad la vida consta de un solo día. Cada noche podríamos decir que nos morimos por unas horas cuando dormimos para resucitar nuevamente al despertar por la mañana.
¿Por qué no vivir un solo día por vez?
El pasado ya pasó, no volverá; déjalo en paz. Si puedo sacar de mi pasado alguna buena lección, está bien, la saco, pero si no, lo dejo, lo olvido. Nada gano recordando mis problemas y amarguras de ayer. El futuro por otra parte aun no llega, no sé si llegará y, si es así, ¿por qué me preocupo?
Lo único que tengo, lo único de lo que soy dueño, es de este día de hoy, por tanto lo voy a vivir y disfrutar como si fuera el único día que voy a tener. Un día es una vida entera en miniatura.
Tenía razón aquel poeta cuando decía: "Mira a este día porque es la vida, la mismísima vida de la vida”. En su breve curso están todas las verdades y realidades de tu existencia: la bendición del desarrollo, la gloria de la acción, el esplendor de las realizaciones. Porque el ayer es solo un sueño y el mañana solo una visión pero el hoy bien vivido hace de todo ayer un sueño de felicidad y de cada mañana una visión de esperanza.
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