Hay caminos enlazados, algunas veces se alejan pero se buscan inevitablemente y en su vagar hacia el horizonte vuelven a encontrarse, vuelven a ser uno y caminan hacia adelante.
Cruzan arroyuelos, desafían al viento de las cumbres y finalmente se adentran en los bosques para cobijarse al calor del gran árbol.
Se alimentan de bizcochos de naranja y beben del néctar del vino de la pasión, allí donde las emociones dejan de ser controladas por las acciones y el fuego arde.
Allí donde habitan los elfos, en las flores azules marchitas por el otoño, que vuelven a florecer cada vez que me miras, de tu mano donde me lleve tu camino, allí estoy.
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