Las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada

miércoles, 20 de enero de 2010

Epidemia




Desde Navidades para acá he tenido la oportunidad de estrechar relaciones con amigas y con alguna mujer de mi familia, relaciones que tenía algo abandonadas, con tranquilidad, en torno a una mesa con una buena comida, sin prisas.
Hemos tenido conversaciones íntimas, profundas, muchas confidencias. Hacía mucho que no disfrutaba de su compañía, de su cariño y de su franqueza. Las obligaciones, las prisas y los compromisos del día a día a veces crean vacíos de tiempo muy largos .
Todos estos encuentros han sido muy enriquecedores para mi, reveladores en algún caso.
Algunas me sorprendieron con noticias que ni podía imaginar, otras me ilustraron con sus conocimientos sobre crecimiento personal, lo que tampoco las libra de pasar por momentos complicados, pero si les ayuda a encontrar el camino dentro del aprendizaje y el autocontrol.
Todas nosotras necesitábamos mucho estos encuentros para compartir, aconsejarnos e incluso tocar de pies al suelo.
No se que ocurre este mes de enero, parece que una epidemia de realismo y de tristeza se apoderó de algunas de nosotras. Incluso hoy fui de paseo por algunos blogs y percibí las mismas lecturas que con ellas, los mismos sentimientos, casi todos tristes.
De todas las situaciones que se plantearon en esas reuniones, todas ellas distintas entre sí, llego siempre a la misma conclusión, las mujeres andamos mas pendientes de los demás que de nosotras mismas y así nos va.
Nos la pasamos preguntándonos que necesitarán, que pensarán, que esperarán de nosotras y así vamos actuando según las reacciones de los demás, como si no tuviéramos autonomía para dar pasos independientemente.
Ponemos mucho empeño en justificar situaciones de las que sabemos a ciencia cierta que nos son perjudiciales. Tenemos que ceder demasiado espacio vital, demasiada autonomía, para obtener pequeñas satisfacciones.
Tenemos mucha fe en que las cosas cambien por si solas. Derrochamos carros y carretas de paciencia en esa esperanza y así vemos pasar el tiempo y todo sigue mas o menos igual.
Nos imponen o nos imponemos nosotras mismas roles que no deberíamos asumir con exclusividad y después nos quejamos, en lugar de decir basta y cambiar el guión.
En su día no supimos decir NO y ahora no podemos cambiar la situación sin crear un conflicto y eso nos aterra.
Siempre actuamos en pos de proteger a.., justificar a..., esperar a... y no es que esto sea malo, lo que falló es que en ningún instante nos paramos a preguntarnos a nosotras mismas que es lo que realmente queríamos en nuestra vida, que trabajo nos realizaría, qué nos hace felices, que persona queremos a nuestro lado en el presente y en el futuro y que características deberían adornarle.
Tan solo tomando un lápiz y un papel se podría confeccionar una lista de todas esas pautas y hacer una valoración objetiva de lo que tenemos. Suena algo frío pero es muy útil.
¿Cual sería el trabajo de nuestros sueños?, aunque estos no son tiempos de andar eligiendo ni de hacer experimentos con gaseosa, pero no está mal saber que trabajo nos llenaría, aunque sea complicado conseguirlo hoy, mañana quien sabe.
Hay que soñar las cosas antes de que se hagan realidad como alguien dijo.
¿Qué virtudes nos gustarían que tuviera nuestra pareja y sobretodo que actitud debería tener hacia nosotras? y ahí si hay muchas posibilidades de mejorar nuestra situación, mediante la comunicación, el intercambio, el acuerdo. También puede ocurrir que eso no tenga arreglo o que ya pasó su tiempo.
Todo puede cambiar, o finalizar.
Lo único sagrado en esta vida son los hijos y en eso todas coincidimos, lo demás es susceptible de cambio si no nos complace.
Los hijos sean como sean son parte de nosotras y para siempre. Por ellos en ocasiones permanecemos en situaciones insostenibles de infelicidad, aunque también es muy corriente poner de excusa a los hijos para no asumir nuestros miedos a los cambios.
Los hijos, crecen, se marchan, se desapegan y ahí te quedas.
Todos tenemos una vida limitada y es solo nuestra, la única que tendremos y hay sacrificios salvables que no deberíamos padecer. Tenemos el derecho de mejorar en la medida de lo posible, de equivocarnos, de acertar. Nadie va a vivir en nuestra piel salvo nosotros mismos.
Lo mas difícil es dar el primer paso para cambiarla, pero para eso están las amigas para escuchar, ayudar, apoyar y recoger los pedacitos si alguna sopera de la vajilla se rompe.
De vez en cuando hay que hacer un alto en el camino y compartir con personas a las que queremos, en las que confiamos plenamente, ya que veces precisamos que nos abran los ojos.
Parece que se avecinan acontecimientos para las próximas fechas y no todos apuntan a ser dulces
Este mes de enero es un mes muy extraño.



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