Las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada

domingo, 29 de noviembre de 2009

Y yo sin paraguas

Parece que el buen tiempo, el vacacional, se aleja para todos, excepto para mi que empezaré el resto de mis vacaciones pronto.
Hoy recorrí de nuevo el abrupto camino empedrado que sube hasta el monasterio. Aparentemente nada ha cambiado.
La calle es la misma y tampoco hace mucho frío este año. Sigue el tráfico tolerable en una avenida tan pudiente como esta, y la asombrosa ausencia de transeúntes en las aceras es algo que no deja de sorprenderme.
Las flores malvas de las jacarandas ya cayeron hace mucho y tras su ocaso dejaron un paisaje verde despojado de flores.Hacía meses que no subía a pasear por el monasterio.
Parece que algo me mantenía en casa, pegada al teléfono, la expectación por alguien que misteriosamente y sin despedida desapareció del horizonte, sin más explicación.
Alguien que siempre está y que de pronto se evaporó.
Francamente el subir la escalera hasta aquella piedra donde me sentaba en primavera, donde mis pensamientos eran dulces y mi sonrisa difícil de controlar, había perdido toda relevancia ya que no sabía si seguías viviendo. Así que preferí quedarme aquí, aguardando por si el teléfono sonara y al menos saber que te encuentras bien, que no tuviste una recaída y que simplemente decidiste irte de vacaciones.
Ya es noviembre, y hoy me decidí a volver a mi lugar de meditación, con la esperanza de que me llegue tu vibra desde esa piedra de tu bosque, esa que tenía línea directa con la mía a pesar de los kilometros de distancia.
Así que empecé a subir la cuesta que sigue al arco y caminé sobre los adoquines rellenos de hierba esquivando el coche que bajaba y que a penas cabe a través del caminito.
Divisé a lo lejos la roca, pero antes entré en la iglesia a ver si había esas rosas rojas que las monjas clarisas acostumbran a dejar para que las lleve la gente y efectivamente quedaban aun tres rosas y di buena cuenta de una de ellas.
Me senté un rato en la penumbra de la capilla austera y empecé a pensar en ti y a entristecerme por enésima vez sin hayar explicaciones a tu inxplicable ausencia.
No aguanté mucho rato sentada, devanándome los sesos pues ya la pena me invadía.
Salí de la iglesia y el tiempo había cambiado como si quisiera avisarme de que me marchara rápido de allí. Amenaza tormenta pero no renuncié a despertarte.
Empecé a subir la tortuosa escalinata que sube hasta mi piedra, bajo los nubarrones negros. A medida que avanzaba pensaba en si funcionaría el dichoso satélite telepático, con una mezcla de fe y de escepticismo.
Llegue a la dichosa roca alojada bajo el arco y me senté en ella. No había nadie bajo mi mirada. En la pequeña plaza solo algún coche aparcado.Así que sin temor a ser observada cerré mis ojos y desee con todas mis fuerzas entablar conexión contigo y grité tu nombre a los cuatro vientos.Pero mi concentración duró muy poco, los elementos atmosféricos me lo impidieron y creo que tendré que salir corriendo de aquí. Las gotas cada vez caen con mas fuerza y me estoy empapando de lluvia.Solo espero que te llegue mi grito sordo y volver a escuchar de tu voz mi nombre, señal inequívoca de que aun estás en este mundo de mortales a pesar de los pesares.Quizás mañana regrese si no respondiste a mi llamada. Me estoy mojando y no hay donde cubrirme.
“Como si llueve.... y yo sin paraguas”.

2 comentarios:

  1. No sé si es que yo estoy muy sensible, pero al leerte se me saltan las lágrimas.

    Un beso.

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  2. Sakk este escrito es bastante antiguo, pero lo podría retomar muchas veces.
    La vida es muy complicada cuando debería ser realmente fácil.
    No hay nada peor que la incertidumbre, lanzar preguntas al viento y no obtener respuestas.
    Un besote

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