Las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada

viernes, 20 de abril de 2012

No tengo raíces, no están en piedra



La de contradicciones que nos muestra la vida.

Cuanto mas te alejas de las personas descubres que más se te acercan.

Casi inevitable es pensar que si quieres que alguien esté cerca de ti lo mejor es irte bien lejos, alejarte, porque en ese momento, es como si de repente notaran que te extrañan y sienten que te necesitan, en resumen te muestran que cuentas en sus vidas.

En contraposición, antes cuando tu te preocupabas y te desvivías por los demás hasta parecía que les molestara y no había ni un esfuerzo por demostrar el mínimo interés por hacerte sentir que eras importante para ellos.

Es una lástima descubrir estas cosas cuando te han perdido o has perdido tú a alguien a quien querías por no estar a tiempo, en el lugar preciso haciéndole sentir que te hacía falta, sin ninguna reserva, hablándole, ayudándole y dándole cariño.

Y es que convertimos a los sentimientos en algo tan íntimo, tan cerrado dentro de nosotros, que los ahogamos por orgullo, o por miedo al rechazo, cuando lo que que deberíamos hacer es andar con un megáfono gritando a los demás cuanto les queremos, cuanto les extrañamos, pero no es así en la práctica, supongo que debe ser un tema cultural.

Algunos prefieren ir con un traje de piedra, con la apariencia del junco que no se dobla y consiguen alejar incluso a quien mas le quiere. Otros gritamos tanto lo que sentimos que cuando nuestro eco no es devuelto nos entristecemos y nos alejamos en silencio, sin hacer ruido.

Me pregunto en ocasiones y ahora si hablo por mí, porque viene nadie a despertarme, a llamar a mi puerta cuando en realidad no necesitan nada de mí.

No deberíamos perturbar la paz de quien se va, de quien decide pasar página y alejarse.

Será que aunque no me quiera dar cuenta me hice mayor, quizás demasiado mayor bajo este aspecto de comerme el mundo y lo cierto es que ya nada me resulta novedoso, nada consigue sorprenderme, ni el amor, ni el triunfo, ni el fracaso, ni el dinero, ni el sexo, ni la familia ni nada de nada. Definitivamente me hice vieja y siento que casi todo me da igual y no es ni bueno ni malo, es solo experiencia y astío y la sensación palpable de que me encuentro muy cerca del fin de mi camino.

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