Hoy he leído uno de esos mensajes de WhatsApp donde decía
que las cosas más bellas se ven con los ojos cerrados y desde el corazón.
En estos últimos días no has podido abrir tus ojos y
quisiera creer que has podido sentir el cariño y el calor de toda la familia
que ha sido infinito.
Algunos no han podido estar cerca de ti por las circunstancias
de la vida pero sé que de algún modo te tenían en su pensamiento constantemente.
Lo sé con seguridad.
Querido tío Polín hoy has abierto tu mirada a una nueva etapa de existencia y ansío que será mejor que lo que tenemos en este planeta.
Te has desprendido de la carga
de un cuerpo ya castigado por los años y seguro que has volado ligero acompañado
de aquellos que te quisieron y que han venido a recibirte como mi tía Antonieta,
mis yayos, tu cuñado “rascapanxes” que te habrá recibido llamándote “paparra” y tantos otros familiares y amigos.
Imagino esa alegría inmensa que habrás sentido al
reencontrarte con todos estos seres queridos para nosotros y que habrán hecho
tu transito más llevadero. Abraza muy fuerte de mi parte a todos los que quiero
y me quisieron. Ellos saben que pienso a
menudo en todos ellos.
Sé que te sentirás feliz porque tú si has podido constatar
cuanto amor te tiene tu familia que somos muchos y cuanto cariño dejas en todos
nosotros.
Tu familia más próxima ha estado cerca de ti todo el tiempo. Has tenido a tu lado la mejor hija que un padre puede tener. Puedes sentirte orgulloso de haber sabido educar a una gran persona tu solo desde que faltó mi querida tía Antonieta.
Durante varios días mi prima no se ha movido de tu lado, ni
de noche ni de día, cuidándote y velando por ti, como tus nietos y tu yerno.
Tú me recibiste cuando nací y me diste la bienvenida. Seguramente
fuiste la primera persona que vi al abrir los ojos. Hiciste el papel de un padre cuando el mío
estaba ingresado en el hospital mientras yo nacía y hoy he tenido el privilegio
de despedirte de la Tierra pero con la esperanza de volver a encontrarnos en un
lugar mucho mejor.
Durante muchos años no te conocí bien. Diferíamos en ideas
políticas y en otros planteamientos de la vida y no supe comprender lo que eras para mí hasta
hace aproximadamente dos décadas. Cuando llegaron dificultades ahí estabas tú
para ofrecer tu ayuda. Tu siempre ahí desde que viene al mundo.
Aunque mientras escribo este texto me cae alguna lagrimita
no estoy triste en realidad, solo soy consciente de cuanto te quiero y escribir me
permite darte mi último homenaje.
Has tenido una buena vida con algún tropezón, como todos,
pero te has levantado ante la adversidad y has disfrutado mucho y como no soy
una persona religiosa me gusta creer que la muerte solo es un salto a otro
plano mejor, el camino a un nuevo aprendizaje y perfeccionamiento como dice mi querido
amigo Pepe.
Has elegido un 4 de julio para cruzar la línea. Seguro que
tu vuelo será iluminado por fuegos artificiales, a lo grande, porque aunque
América esté muy lejos de aquí tu ya te mueves en el infinito, ligero de
equipaje, más veloz que la luz y brillando entre las estrellas.
Hasta que el universo nos vuelva a juntar mi querido “Polinesio”.
(Quiero arrancarte una sonrisa).
Hasta siempre. Te quiero mucho Polín.
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