Habían tantas estrellas en mi universo, que sus destellos en la oscuridad no me permitía ver la luz del amanecer.
En mi interior, se refugiaba un sol ardiente, que envuelto en un manto de amor intenso, abrazaba mi corazón. Era el centro de mi ser y el eje que movía mi vida.
Deslumbrada por su luz, me negaba a abrir los ojos y ver todo lo que había alrededor. Seguía alimentando mis anhelos por falsas promesas y proyectos, mientras creía alcanzar las estrellas con mis manos.
El universo era inmenso y mi fe también. Una mirada suya bastaba para iluminar mi mundo.
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