Subió con rapidez la colina. La noche era clara, las
luces del norte invadían el cosmos y la luna brillaba inmensa.
Su aliento flotaba en el aire frío y cansada se sentó
en un peñasco de la cima.
No era la primera vez que subía un monte de noche, casi a oscuras, tropezando por un lugar donde no había más iluminación
que la que brindaba el cielo.
Lentamente sus latidos volvieron a la normalidad y el
espectáculo celestial era tan impresionante que se tumbó en la hierba para
contemplarlo en todo su esplendor.
Poco a poco sus recuerdos fueron adueñándose de su mente y las estrellas
fueron pasando a un segundo plano.
Salió corriendo de la casa huyendo de su propia historia, esa que nuevamente veía reflejada en
otra persona y tomo el camino más corto en mitad de la noche y el frío.
Los sentimientos son iguales en las mujeres enamoradas,
creemos que ningún amor es más hermoso y firme que el nuestro y cuando
este termina necesitamos desahogarnos de alguna forma, unas hablan, otras
escriben y otras, simplemente lloran.
El ofuscamiento, el enfado, la lástima y más tarde la
resignación ante lo que es incomprensible. Lo que sucede en unas horas, el no
saber por qué algo perfecto debe terminar, no
entendiendo que había cambiado.
Y el proceso eterno sigue su curso y con el tiempo lo
ininteligible toma cuerpo y se resuelve.
Es la rueda que no tiene fin.
Otra mujer de nuevo vuelve a ver en otra su propia historia y así
una y otra vez. Un cadáver más
abandonado en la cuneta de la vida.
El hito de un ser desesperado que cree saber que quiere pero al que nadie le satisface, solo usa y tira en una búsqueda imposible. Siempre falto de amor, jugando con
los destinos de todas ellas. Desorden y caos es su consigna.
Hay alguien nuevo en la recta de salida de lo mágico, con un
triste destino, escuchando de nuevo esta canción......
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