Pareciera que el agua y el mal tiempo quisieran engullir España.
Esta mañana en las noticias, pasaban imágenes de como el Guadalquivir inundaba Jaén, las olas de 12 mt. en A Coruña y Donosti y el paseo de Gijón totalmente destrozado por el oleaje.
Una gran catástrofe, pues llevan con estos ataques marinos mas de dos meses, casi sin tregua.
El paseo de Gijón casi ha desaparecido y esas olas trajeron a mi mente un montón de recuerdos felices del pasado.
Puedo verme paseando por ese paseo en un día de sol, en medio del silencio solo roto por las olas de un mar tranquilo, de la mano de alguien a quien quise mas que al sol.
Habíamos ido a Gijón para acudir a una feria literaria y para celebrar la publicación de un libro, que aunque pequeño, contenía enormes emociones y sentimientos maravillosos.
Tras una buena comida asturiana, avanzamos por el paseo disfrutamos del bello paisaje de verde sobre azul y después caminamos hasta la iglesia de San Pedro.
Durante el viaje se me había roto un espejito y dice la superstición que eso trae siete años de mala suerte. Parecía que lo único que podía librarnos de esa maldición, era arrojar los pedazos rotos a un lugar donde el agua corriera libre: un río, una alcantarilla, el mar...
Aunque no soy supersticiosa, pensé que no estaba de más hacer un poco de caso y así fue comoal pie de la iglesia, él arrojó con fuerza, aquel espejo con forma de corazón al mar, , con la esperanza de que se marcharía nuestra mala suerte con el mar Cantábrico y que sería todo mucho mas fácil para nosotros, pues nuestras vidas no eran fáciles por mil motivos.
Nos abrazamos en ese instante y yo pedí en silencio desde lo mas hondo de mi corazón que todo tuviera solución.
Hoy puedo decir que este acto simbólico no tuvo efecto. Nuestra relación duró siete años exactamente y nunca fue un camino de rosas. Aunque hubieron muchas primaveras, también hubo mucha nieve helada.
La vida nos trajo de todo: buenos momentos, malos, enfermedades, alejamientos, reencuentros, todo lo que conlleva unas vidas poco convencionales.
El balance emocional, a pesar de los pesares, es bueno en el recuerdo, porque lo malo que hubo yace enterrado en un rincón de mi memoria, a dos metros bajo tierra y es por eso que en ocasiones ver una imagen de algo,como el paseo destruido de Gijón, me transporta a momentos muy felices y casi consigo visualizar y sentir aquellos momentos mágicos del pasado de nuestro viaje a Asturias.
Me pregunto si las enormes olas no habrán arrancado del fondo del mar mi espejo y lo habrán arrojado al exterior.
Me pregunto, si es que alguien lo encontró, si cruzó en su mente por un instante, el pensar en su propietaria y como le llevó hasta allí.
Mi amiga Marieta la asturianina, dice que seguro que el la arena del fondo del mar lo hizo desaparecer para siempre.
Ojala pudiera resetear mi mente y borrar de un plumazo lo triste y lo feliz y no quedara huella, que todo desapareciera igual que el espejito.
En fin, es una página pasada más del libro de mi memoria.
Hola Osane, yo soy de Jaén y este fin de semana bajaba el nacimiento del Guadalquivir, con un caudal que daba miedo.
ResponderEliminarEn referencia a tu espejo, si quedó enterrado bajo la arena del mar, ojalá que también queden enterrados los malos momentos.
Besos.
Buenas noches Salva.
ResponderEliminarEspero que nadie de los tuyos hayan tenido percance con esto del Guadalquivir. Hoy en las noticias salían las inundaciones.
Aunque te parezca una tontería, ojalá fuera capaz de mantener los malos recuerdos presentes, pero no, tengo la habilidad de dejarlos a parte, la parte positiva o negativa según se mire es que vuelven imágenes de tiempos felices, que mejor sería que desaparecieran también con el espejo. En fin RIP. Un beso Salva.