Una anciana vecina me dijo en una ocasión: "nena no permites que ningún hombre deje sus zapatillas en tu casa, porque será señal de que la ha ocupado y después de eso será casi imposible echarlo, ni de tu casa y de tu corazón."
Hoy me di cuenta al buscar mis zapatos bajo tu cama, que mis zapatillas les hacían compañía en la oscuridad y me asaltó un sutil temor que aun ronda por mi mente.
Me calcé, metí mis zapatillas dentro de una bolsa y las llevé de nuevo a mi casa.
Tu me preguntaste que ¿por qué me las llevaba? La respuesta a tu pregunta no la conozco todavía. Solo se que tardaré mucho tiempo en atreverme a dejar mis zapatillas en casa de nadie como algo normal o permanente.
El hecho es que, si dejas tus pertenencias en casa de otro, luego es complicadísimo recuperarlas si llega el momento de partir.
Si vuelcas tu corazón sobre las sábanas de una cama ajena, con tesón podrás rescatarlo cuando te decidas y lo desees, pero cuida tu cerebro, porque si alguien se adueña de él, va a ser casi imposible borrar las señales que en el imprima.
Se colará en tu pensamiento como un ladrón furtivo y su sombra aparecerá cuando menos te lo esperes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario