Si pudiéramos vivir atentos al milagro cotidiano de nuestra vida, el dolor lo veríamos tan maravilloso como la alegría, al igual que las estaciones que pasan año tras año.
Podríamos velar serenamente a través de los inviernos de nuestra aflicción.
Gran parte del dolor es escogido por nosotros mismos, para curar nuestro yo enfermo. Confiemos pues en nuestro "médico" y tómalo con silencio y tranquilidad, aunque la copa que te ofrece, te queme los labios piensa que fue modelada para ti.
Adaptación del libro el profeta K. Gibran
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