La lluvia de mentiras caía sobre la muchacha torrencialmente,
pero ni con sus ojos clavados en su mirada conseguía creer lo increíble, ni los
falsos juramentos con sus manos apretadas.
Apareció un
videojuego interactivo nuevo, de última
generación, pero él no conseguía dominar los mandos y era
evidente que se le venía un buen desastre encima. El juguete lo dominaba a él, con la velocidad que da la juventud, sin discreción,
sin educación y le hacía quedar en una ridícula evidencia, que dejó al
descubierto todas sus incapacidades y carencias.
Ya ninguna falsedad podía sorprenderla, simplemente
confirmaba lo que ya intuía desde hace tiempo.
Sabía perfectamente, que poco mas tarde sobre ella caería un diluvio de improperios,
igual que cayeron sobre sus antecesoras, compañeras de viaje, cosas de la
enfermedad y apoyo de las alimañas ruines, las alimañas que merece
llevar al lado cualquier persona de bajo espectro. Ese era su logro y su victoria andar en
compañía de lobos.
Ella llegó al valle con un corazón lleno de rosas y
esperanzas, queriendo creer, pero no
consiguió fundir el hielo de un corazón viejo, egoísta y muy enfermo, que nunca consiguió estar en paz consigo mismo y que precisaba tejer historias enrevesadas para subir su autoestima coleccionando
juguetes, sin importarle los desperfectos que dejaba a su paso.
A pesar del frío y la nieve,
accedió a caminar una senda que le era hostil, peligrosa, pero en su
interior le merecía la pena el riesgo, pues latía un corazón imparable que amaba
a pesar de los pesares y un compromiso firme forjado a lo largo de muchos años.
Un alud de nieve cayó sobre el tejado de la cabaña y casi hundió la chapa de un auto gris que apestaba a
podredumbre y suciedad, pero a pesar de todo salió intacta, callada, sin rasguños y emprendió su camino de retorno
al sol.
Un paraguas de flores
le protegía de cualquier aguacero y
durante el viaje decidió nunca más regresar a ese mundo de farándula barata, al reino del invierno. Bastó poco tiempo de observación para sentir
esas nauseas que provocan la vergüenza ajena, el deshonor y ver la caída de un ídolo que no vacilaba en hundir los
principios heredados y esas palabras de honor con
las que se llenaba la boca y que ya había falseado otras veces. Ni el calor de sus manos entrelazadas, ni sus juramentos podían convencerla ya de lo
contrario y así, el amor y la admiración se transformaron en lástima, pero no
había dolor, ya se había agotado en otras decepciones.
Cuando ella se marchó,
se llevó la primavera consigo, la
tranquilidad, la estabilidad y
sorprendentemente seguía íntegra, sin rencor, sin una lágrima.
Solo albergaba la pena de perder a dos seres, fieles compañeros de paseo por los senderos de moras, flores y riachuelos, a los que jamás volvería a abrazar y ellos si le dolían en el alma, el invierno ya le había arrebatado otros dos, muertos seguramente por desamparo y abandono de quien la vida ajena le importaba poco.
Solo albergaba la pena de perder a dos seres, fieles compañeros de paseo por los senderos de moras, flores y riachuelos, a los que jamás volvería a abrazar y ellos si le dolían en el alma, el invierno ya le había arrebatado otros dos, muertos seguramente por desamparo y abandono de quien la vida ajena le importaba poco.
Al retorno al hogar, encontró la felicidad en un entorno
que nunca aprobó su marcha, abrazos protectores, calor y mar y un bendito bonobús que terminaba con una pesadilla de cuatro ruedas.
Nunca fue perdido el tiempo, ni el esfuerzo, hasta todos los retos y los miedos fueron superados y conseguidos los
objetivos. Nadie la frenaba cuando emprendía un proyecto. Simplemente las cosas cambian
aunque nosotros no queramos y las personas crecen a diferente velocidad, altura y dirección.
Tiempo que pasó, entre dudas y
experiencias gratas, tiempo que enterrará bajo una espesa capa de nieve de una primavera que todavía no ha llegado.
Lo que quedó de todo ello fue el saberse mirando al mundo desde una altura donde no todo el mundo puede mirar.
Una altura que solo da la franqueza, la integridad y la paz del corazón.
Tras de sí dejó un rastro de color rojo sobre un hielo que no abandonaba el reino del invierno. Un camino por el que la muchacha se juró no volver a caminar jamás.
Abandonó una pasión y un sueño sobre la senda sin mirar atrás y ninguna falsa promesa, ninguna nueva mentira consiguió convencerle de lo que hace tanto tiempo sabía y no podía creer por lo cruel y chapuza.
Ante ella, la llegada del verano y la libertad.
"Lo contrario del amor no es odio, es la indiferencia.
Lo contrario de la belleza no es la fealdad, es la indiferencia.
Lo contrario de la fe no es herejía, es la indiferencia.
Y lo contrario de la vida no es la muerte,
sino la indiferencia entre la vida y la muerte"
-Elie Wiesel-
Suerte...mucho ánimo, yo te entiendo
ResponderEliminar